Alegría, tristeza, miedo, sorpresa, culpa y rabia. ¿Cómo resuenan en ti estas seis emociones? Algunas de ellas te despertarán atracción, y son por tanto emociones que deseas experimentar. Otras, en cambio, preferirías mantenerlas bien lejos de ti. Y sin embargo, como vas a ver, todas tienen su importancia y función. Cuando empiezas a trabajar con estas seis grandes emociones vas descubriendo como todas encajan y se equilibran. Comprendiendo cómo están constituidas las partes de este sistema emocional que tú eres, y cómo ellas mismas se interconectan a través del diagrama que en este artículo vas a ver, accedes a un valioso mapa para orientarte en tu propia vida, trabajar con tus emociones y hacer posible tu propia gestión emocional. Pero este artículo no pretende tan solo otorgarte unos conceptos y pautas con las que gestionarte mejor; este artículo pretende también ayudarte a que seas capaz de ver tus emociones de otra manera, para que puedas así descubrir cómo cada una de estas seis grandes emociones encierra un significado oculto, arquetípico, dejando a tu disposición seis grandes maestros que, si lo deseas, van a enseñarte a vivir de una forma más profunda, plena y feliz.
Un mapa para comprender y gestionar tu mundo interior
Como si de una mansión con seis grandes estancias se tratara, cada una de estas seis emociones es una llave para cada uno de estos seis compartimentos que se encuentran en el interior de tu Ser. Sin embargo, nuestros propios sesgos cognitivos, enraizados en nuestras experiencias pasadas y nuestra forma de interpretarlas, pero también altamente alimentados por la sociedad patriarcal y de consumo en la que vivimos, nos inclinan hacia determinados hábitos mentales, emocionales y conductuales.
En el campo de las emociones, esto muchas veces se traduce en determinadas “preferencias emocionales”. ¿Acaso no preferimos experimentar alegría en lugar de tristeza? ¿Acaso no nos dicen que hemos de vivir para el éxito y la consecución de nuestras metas? ¿Cómo va a ayudarnos a ser exitosos una emoción como, por ejemplo, el miedo, si este nos conecta con la inseguridad, la debilidad y la vulnerabilidad?
Es normal formularse estas preguntas, y preguntarse hasta qué punto realmente cada una de estas seis emociones va a ayudarte. ¿Será cierto y válido también para aquellas emociones de las que huimos y no deseamos experimentar? Lee este artículo hasta el final para empezar a hallar las respuestas a estas preguntas.
Las emociones como colores
Veamos primero con la siguiente metáfora cómo comprender lo que las emociones, en esencia, son, y por qué es posible encontrar una relación entre ellas, como si de un sistema formado por varios engranajes se tratase.
Imagina que estás tranquilamente sentado en la butaca de un cine y justo ahora acaba de empezar la proyección de la película que esperabas ver. En ella ves, por supuesto, todo tipo de formas y colores proyectados sobre la pantalla. Entonces, por un instante, una idea viene a tu mente. Te das cuenta de aquello que otras tantas veces habías visto cuando ibas al cine, pero que nunca habías pensado, de tan evidente que era: tomas consciencia que todos esos colores que ves plasmados en la pantalla provienen de una única fuente de luz proyectada sobre ella.
Te das cuenta entonces, trazando un paralelismo, que esa luz blanca es tal como es tu sentir emocional. Es un sentir neutro, puro, original. Pero, te das cuenta también que, en un rápido automatismo, esta luz es “procesada” y, por medio de una máquina proyectora así como la película que en ella inserta se encuentra, se transforma en una amplia y variada gama de colores que ves frente a ti, en la pantalla.
Así son también tus emociones. De tu sentir emocional original, sin mácula, nace cada una de ellas. Y tu cerebro es esa máquina proyectora y la película misma que hace posible la variedad de tus emociones.
Un análisis un poco más pormenorizado de la analogía de la teoría del color, en relación a tus propias emociones, te aproximará a empezar a descubrir por qué motivo unas emociones van a ser cualitativamente parecidas, y otras van a ser muy distintas entre ellas, incluso opuestas.
¿No es acaso el color rojo semejante al color naranja (ambos colores cálidos) y este último opuesto a un color frío tal como el azul? De forma muy similar sucede con las emociones. Como vas a ver a continuación, del diagrama de las seis grandes emociones se desprende la relación existente entre unas y otras, en qué sentido se parecen, en qué sentido se diferencian, y cómo es posible trabajar con las emociones para conseguir equilibrio y bienestar.
¿Qué cualidad descubres al trabajar con cada una de las seis grandes emociones?
Del anterior mapa se desprende de qué manera las emociones pueden ser semejantes, pero también cómo pueden llegar a ser opuestas, en función de la ubicación en que estén dispuestas en este valioso diagrama hexagonal que acabo de mostrarte. Por definición, dos emociones son semejantes cuando son vecinas. Las que puedes encontrar de forma contigua, una al lado de la otra, en el diagrama hexagonal. Del mismo modo, dos emociones son opuestas cuando se encuentran en oposición, conformando un ángulo de 180 grados.
Así, la emoción de la sorpresa es similar a la emoción de la rabia, pues está junto a ella en el diagrama. En este caso, podemos ver la sorpresa como una actitud y cualidad vitalista, abierta hacia la vida; unas ganas de dejarse sorprender por ella. Es precisamente en la figura arquetípica del niño donde encontramos esa característica de juego, fluidez y confianza en la vida, que nos abre a nuestro deseo y a nuestras ganas de experimentar.
En cierto sentido, la emoción de la rabia es relativamente semejante a la precedente emoción de la sorpresa; sin embargo, añade un notable aumento de intensidad en lo que respecta a la primera. Podríamos decir que ahora el niño se ha hecho adolescente: este conecta con su propia autoridad, fuerza, incluso en ocasiones con un espíritu en rebeldía. Aprende así a hacerse un hueco en el mundo, a no conformarse, a luchar. Pelea por encontrar su lugar, por alcanzar sus metas y deseos, sin límites, y no teme el enfrentamiento. Además de aportarnos determinación y amor propio, trabajar con las emociones y aprender a regularlas, nos ayuda en el caso de la rabia a regular a contactar con nuestras necesidades latentes para aprender a expresarlas adecuadamente, con una intensidad bien afinada a la circunstancia, sin exceso pero sin falta de esa cualidad vehemente que puede llegar a aportarnos esta emoción. La rabia nos ayuda de esta manera a ser capaces de poner los límites adecuados, cuando los demás los están excediendo, para así respetarnos a nosotros mismos y hacernos respetar.
Si progresamos con nuestro diagrama, comprenderemos que, al igual que las anteriores dos emociones que acabamos de ver, la alegría es también una emoción que denota una notable expansión. Puede ser una alegría eufórica, tal como sucede cuando alcanzamos alguna de nuestras importantes metas o deseos. Pero puede ser también una alegría tranquila: ese sentimiento de felicidad que en el fondo todos añoramos. Por lo general, experimentamos alegría cuando las cosas nos van bien en la vida, cuando la suerte nos sonríe; y con nuestra alegría le devolvemos la sonrisa. Pero también es posible profundizar y entrenarse meditativamente a fin de ser capaces de experimentar una alegría incluso más profunda y perdurable, una alegría que no se asiente en causas externas, sino internas.
¿Has observado cómo estas tres primeras emociones, semejantes, tienen en común su conexión con el deseo y su cualidad de “expansión”, significando ello un movimiento hacia el exterior?
Siendo posible a través de este diagrama ver las emociones como un ciclo, las tres primeras emociones que acabamos de describir sintéticamente, serían emociones «masculinas», yang o expansivas. Quedaría por describir las restantes, que son emociones «femeninas», yin, y significan un movimiento de contracción hacia nosotros mismos.
Por supuesto, masculino y femenino no deben interpretarse prejuiciosamente como emociones “de hombres” y “de mujeres”. Cada uno de nosotros es un ser humano con ambos tipos de cualidad, masculina y femenina, al igual que todos poseemos cada una de estas seis grandes emociones y tenemos posibilidad de contactar y trabajar con cada una de ellas.
Si nos adentramos en las restantes emociones, apreciamos que el miedo nos conecta con la anticipación de una posible pérdida. Así, el miedo nos tensiona y nos prepara ante lo que consideramos un peligro. El miedo en verdad puede ser muy sabio, puede significar prudencia, siempre y cuando esté anclado en una percepción objetiva de la realidad. Pero el miedo con frecuencia suele lastrar nuestra vida, si no somos capaces de aprender a verlo con inteligencia. El miedo, convertido en nuestro maestro, puede llegar a ser capaz de sacar lo mejor de uno, en tanto que despierta el pensamiento crítico y racional, la duda necesaria frente a los discursos dominantes. En este caso, se trata de una inseguridad necesaria, que nos permite crecer y cuestionar nuestra realidad y las creencias que la sustentan, tanto a nosotros mismos como a a nuestra sociedad.
Prosiguiendo, convendremos que la culpa suele ser vista como una emoción dolorosa, como un intenso peso que recae sobre nuestros hombros. Miedo y culpa son emociones semejantes; y si eres una persona con tendencia a experimentar altos niveles ansiedad, conocerás de primera mano cómo estas emociones en conjunción te están afectando. La ansiedad es esa respuesta psicofisiológica que nos activa, que nos mantiene en una tensa alerta y nos llama a actuar. Desde cierto punto de vista, la ansiedad es muy parecida al miedo, pero también en ella se encuentra la carga de la exigencia y el temor de sentirnos culpables. Ahondar en los síntomas de la ansiedad, es adentrarse a trabajar con emociones de culpa, con su exigencia, y miedo, con su necesidad de control. Pero la culpa, integrada de forma sana, se vuelve una cualidad extremadamente valiosa. Un poder interior. La culpa puede dejar de ser llamada culpa para convertirse en amor propio, solvencia, capacidad en las propias habilidades así como un sentido de responsabilidad.
La tristeza, que cierra este ciclo que muy escuetamente acabo de sintetizar en estas líneas, es probablemente una de las emociones peor comprendidas por nuestra sociedad. Pero es precisamente por tal motivo por lo que esta ha de convertirse en una de las emociones más valiosas y necesarias, a redescubrir y trabajar por cada uno de nosotros. La tristeza nos conecta con las pérdidas, con la frustración y, por consiguiente, integrada de forma positiva, con nuestra humildad y capacidad para la aceptación de los malos momentos a los que inevitablemente a veces nos conduce la vida. No somos tan poderosos como creemos, no lo podemos todo. Aprendemos con la tristeza un poderoso aceptar que todo lo bueno que viene algún día tendrá marchar. Podemos llegar a experimentar así un mayor desapego, al mismo tiempo que nos abrimos a la vida. Esta emoción nos abre a un nuevo significado para nuestra propia existencia, no tan focalizada en nuestras propios logros y méritos personales, más conectado con la impermanencia, con nuestra fragilidad en tanto que sensibilidad, aprendiendo a desarrollar una compasión hacia uno mismo y hacia los demás clave en nuestro crecimiento personal.
Trabajar con las emociones y descubrir tu emoción predominante
Trabajar con las emociones es una labor profunda y misteriosa. Nuestro aprendizaje y desempeño emocional puede durar una vida entera, describiendo la forma de una espiral, y adquiriendo así a cada nueva «vuelta» mayor profundidad y competencia. Pero emprender un viaje de este tipo es, ante todo, tomar parte en favor de una aventura: la aventura del autoconocimiento. Y es que empezar a trabajar en tus propias emociones va a ser, ante todo, un viaje: un viaje hacia el interior de ti mismo, para comprender, sanar, e integrar de forma positiva cada emoción.
Considerando las emociones como un ciclo, podemos avistar en qué lugares nos trabamos, de qué manera unas emociones obstruyen a otras, impidiendo su desarrollo natural cíclico y nuestra experimentación de ese ciclo a través de ellas. Porque en la naturaleza todo es cíclico, todo está en movimiento y nada jamás se detiene. ¿Te imaginas qué sucedería si la primavera se agarrara a sí misma y no permitiera dar paso al verano? Aquí podríamos asimilar la primavera con la emoción de la sorpresa, que representa esa frescura inicial propia del niño, pero que también puede señalar una necesidad de madurez, fortaleza y determinación, características implícitas en la cualidad de la rabia. ¿Y te imaginas qué sucedería si la estación invernal (en un símil con la emoción de la tristeza) no quisiera dejar paso a lo nuevo por venir, a un nuevo y bello florecer primaveral?
Profundizar con las emociones es profundizar en ti misma, en los significados que habitan tu interior. Deconstruirte, para volver a construirte. Es ser capaz de comprender cómo se estructura tu personalidad y, más en particular, empezar a descubrir cuál es tu emoción predominante: aquella que toma un mayor protagonismo en tu día a día y marca el paso de las demás. Porque tu emoción predominante es, por un lado, tu don; es aquella emoción en la que más te has “especializado”, y por ello puedes beneficiarte saludablemente de sus cualidades si bien la integras. Pero también entraña un importante riesgo: que ella sola acapare y eclipse excesivamente a las demás, generándote un desequilibrio interno.
Es posible entonces trabajar con las emociones en primer lugar para tomar una mayor consciencia de ellas, para ampliar nuestra consciencia sobre ellas. Y esto lo podrás hacer si aprendes a afinar tu autobservación en tu día a día – para ello, la meditación o mindfulness es una valiosa herramienta. Con la correcta ayuda y guía vas a ser capaz, poco a poco, de comprender cómo está cada una de las seis grandes emociones en ti. Descubrirás así cuáles son las emociones que toman mayor presencia, en qué circunstancias aparecen, y aprenderás al mismo tiempo a darte cuenta de cuáles son aquellas emociones que apenas se encuentran presentes en tu vida y por qué así te sucede. Es poco a poco, primero comprendiendo lo que lees, para luego aplicarlo, como podrás empezar a desarrollar el trabajo y cultivo de tus emociones. Ello sentará las bases para que seas capaz de desenvolverte de forma más plena, feliz y funcional.
En este sentido y a modo de nota final, trabajar y cultivar tus emociones puede enfocarse también de forma compensatoria, como si de una alquimia de las emociones se tratara. Porque algunas emociones son capaces de atemperar otras, ayudándote a ponderarlas y encontrar así un mayor equilibrio emocional.
Explicado de forma muy sucinta, para la tensión y necesidad de control del miedo, lo compensatorio radicaría en la fluidez y la relajación implícita en la actitud confiada del niño, que encontramos representada en la emoción de la sorpresa. Por otro lado, para la carga y el peso que implica la autoagresión que sucede en el culparnos, lo que nos equilibra y sana es nuestra capacidad de volcar esa energía crítica hacia el exterior apoyados en la emoción de la rabia.
Por último, para la tristeza, para el sentimiento de carencia y la falta de sentido, la alegría actúa como un bálsamo que permite concienciarnos de lo mucho que sí tenemos, la gratitud de base por el mero hecho de estar vivos como humanos, encontrándonos inmersos en este viaje existencial y emocional.
Así que como puedes ver, las seis grandes emociones, en tanto que extremos polares, están conectadas, y se apoyan unas con otras en un todo integrado. De este diagrama hexagonal, en tanto que mapa de tu mundo emocional, quedaría mucho de lo que hablar, para que ello pueda así facilitarte el comprender y gestionar mejor toda esa riqueza que se habita en tu interior. Puedes, si quieres, aprender las ideas y conceptos manejados en este artículo, de forma mucho más completa, así como empezar también a poner en práctica el trabajo con las emociones, con la lectura de este valioso libro; un viaje al corazón de tus emociones, un viaje al corazón de tu Ser.
Referencias
Basart, Joaquim (2021). Las seis grandes emociones: un mapa para comprender y gestionar tu mundo interior. Barcelona.
Dalai Lama; Cutler, Howard (2003). El arte de la felicidad. Barcelona: Debolsillo.
Ekman, Paul (2017). El rostro de las emociones. Barcelona: RBA
Alonso, Luis (2015). Sentimientos y emociones. Modelo homeostático de conciencia. Artículo publicado en Investigación y Ciencia, nº 34.
Nhat Hanh, Thich (2018). El corazón de las enseñanzas de Buda. Barcelona: Zenith.
3 comentarios en “Cultivar y trabajar las seis Grandes Emociones”
Esta genial el post. Un cordial saludo.
Muchas gracias Aileen.
Saludos cordiales.
De pronto mi visión ha cambiado por varias circunstancias y soy víctima de la ansiedad y todo lo q conlleva.