Ansiedad, tensión. La sentimos en nuestro cuerpo y en nuestra mente. Y con ello, necesidad de seguridad, necesidad de control. El miedo puede llegar a interferir dificultándonos e incluso bloqueándonos por completo en nuestro actuar. Preocuparse, dudar, darle muchas vueltas a las cosas, desconfiar o ser controladores son distintas formas de actuar en las que el miedo se encuentra de forma subyacente marcando nuestro paso. En este artículo observaremos sin prejuicios qué es el miedo, qué matices tiene y cuáles son sus ventajas e inconvenientes, al tiempo que daremos claves que nos van a ayudar a gestionar mejor esta emoción.
El miedo es una de las seis emociones básicas que rigen nuestra conducta y nuestra forma de ser (1). Aunque sea una emoción desagradable, el miedo no es necesariamente algo malo de lo que debamos deshacernos. Bueno o malo, en verdad todo es relativo. No hay emociones buenas y emociones malas, en sí mismas. Es mejor pues que cambiemos nuestro lenguaje y hablemos de “funcional” o “disfuncional” para referirnos a si una cierta emoción, un cierto miedo, es útil o inteligente, o no lo es, en función de unas circunstancias particulares y de adónde somos conducidos si nos dejamos llevar por esa emoción.
De forma general, el miedo es siempre una anticipación de una posible situación que imaginamos como desagradable o dolorosa. El miedo se vuelve útil pues como una respuesta ante un peligro que nos parece que pudiera acontecer. Si por ejemplo nos encontramos solos en un callejón oscuro y vemos a lo lejos a un tipo con aparentes malas intenciones, puede ser muy conveniente y útil que sintamos miedo, pues nos previene ante un posible peligro y nos predispone para la huida. Pero, ¿qué sucede cuando, por determinadas circunstancias de nuestra historia personal, desarrollamos un carácter con tendencia a habitar esta emoción, incluso cuando en muchas ocasiones no hay ante nosotros ningún peligro real? En estos casos, aprender a gestionar y regular el miedo es importante.
Realidad objetiva vs subjetiva
El siguiente cuento oriental nos revela de qué manera funciona el miedo y cómo podemos atenuarlo:
Un hombre salió a pasear por el bosque al atardecer y durante su apacible caminata de pronto le sobrevino el miedo al ver bajo sus pies lo que le parecía ser una serpiente. Sucedido el espanto inicial, atendió mejor al objeto que había causado su miedo, la serpiente, y vio que en verdad no era tal. Se trataba de una cuerda; había confundido la serpiente con una cuerda. Al darse cuenta de ello, pudo continuar el paseo con la misma calma y tranquilidad con la que lo había iniciado. (2)
En el anterior relato vemos cómo aunque el miedo del personaje de nuestra fábula era muy real en tanto que emoción, éste se basaba en algo irreal, en un error de percepción. Cuando esa percepción equivocada se le revela como lo que es, un error, entonces la emoción que va aparejada a ella se desvanece.
Nuestros miedos son muchas veces como la serpiente del hombre de nuestra fábula, con la diferencia que a diferencia de él, nosotros no somos capaces de tener la calma y la consciencia para inspeccionar si nuestras percepciones están bien amarradas a la realidad o no lo están. Muchas veces, vemos serpientes que podrían no serlo, y en lugar de pararnos un momento a valorar hasta qué punto lo son, las damos por hecho sin siquiera llegar a cuestionarnos nada. Entonces, a continuación viene una respuesta desde el miedo que suele ser típicamente la huida – también puede tener lugar un enfrentamiento en forma de agresión directa a una imaginaria amenaza a exterior – así como un estado de tensión (incluso paralización) propia de altos estados de ansiedad.
Puede que quizás no te sientas especialmente miedoso ni ansioso, y esto puede que sea así porque todavía no eres consciente de lo que significa esta emoción en toda su dimensión. Existen muchos matices en los estados miedosos, y muchas veces podemos descubrir miedo en actitudes y comportamientos que socialmente no suelen ser catalogados de miedosos. Me gustaría mostrarte cómo puede el miedo estar presente en la personalidad de diferentes formas para que quizás así puedas identificarte – o no – en alguna de sus variantes con más facilidad. Así que vamos a ver algunos matices presentes en un carácter con miedo y las claves para gestionar mejor estas tendencias.
Distintas cualidades del estado miedoso
Solemos escuchar que el miedo nos paraliza. Y la duda, también. No sabemos qué hacer, no sabemos qué acción elegir para acertar, porque el error podría salirnos muy caro. Así que si estamos en el miedo o en la duda no podemos pues estar relajados y espontáneos, siendo nosotros mismos con naturalidad.

El dudar mucho define pues una cierta forma en la que el miedo se hace presente. Y dudar, significa pensar, evaluar, darle muchas vueltas a una situación, valorando en ocasiones todo tipo de posibilidades, la mayoría de las cuales nunca van a suceder. En quien haya duda, es fácil que exista una tendencia excesiva a desarrollar el centro intelectivo, más que por el contrario una tendencia al desarrollo del centro instintivo o de acción – sea como sea, el intelecto interfiere inadecuadamente, interrumpiendo la acción.
El miedo y la duda, predisponen también hacia una excesiva tendencia a la desconfianza. Esta es otra de las caras con las que el miedo puede instalarse en nosotros. Y es por este mismo motivo que las personas pueden desarrollar una tendencia al control, estando siempre vigilantes, ya sea hacia los propios impulsos o las intenciones de los demás, en muchas ocasiones realizando presuposiciones desacertadas.
En cualquiera de estos casos, no hay nunca una confianza en el futuro como para soltar el presente y dejarlo vivo, pues sentimos que éste nos pudiera en algún sentido lastimar gravemente. Y es que ahí donde haya miedo suele haber el peso de la angustia y la preocupación. Es frecuente que haya tensión y exigencia con el acierto, pues es un dudar y dar vueltas a las situaciones porque percibimos que nuestro error puede tener un costo muy alto y ser irreversible – aquí podemos apreciar pues una relación entre estados miedosos y sentimientos de culpa.
El miedo es un asunto complejo que no podemos abordar por completo en este artículo, pero es bueno conocer de antemano que existen conductas que se basan en el miedo y no lo parecieran en absoluto, porque no aparentan ni esa angustia ni esa preocupación que, de forma más sutil o de forma más manifiesta, suceden en aquellos que tienen miedo. Por ejemplo, alguien con miedo al compromiso (típicamente puede ser en una relación de pareja, pero también valdría para el compromiso con cualquier otro asunto) difícilmente se percibe ni es percibido como alguien miedoso y en cambio podemos ver en su forma de actuar una constante huída hacia adelante, hacia un ideal mejor. Se trata, en estos casos, más bien de un miedo al presente en la promesa de un ideal supuestamente realizable para el futuro.
Pero, para no complicar demasiado el asunto, regresemos al miedo entendido más como «miedo a lo que pudiera pasar», un miedo más de tipo fóbico, con tendencia a la tensión, duda o evitación de determinas situaciones, con todos los demás matices que pueden darse y que estamos comentando (desconfianza, intelectualismo, control, exigencia, …). Si queremos tomar las riendas de nuestras emociones y de nuestro carácter, empezando a gestionar mejor nuestro miedo, debemos preguntarnos si nuestras percepciones en las que se basan nuestros miedos están bien fundamentadas o, por el contrario, son el resultado de sesgos cognitivos que debemos descubrir, inspeccionar, comprender y corregir.
Atenuar el miedo descubriendo cuál es la “fantasía de peligro”
¿Estamos sintiendo miedo? De forma general, al miedo lo podemos sentir en nuestro cuerpo cuando, con la tensión muscular, nos constriñe, colocándonos una coraza que nos protege de la vida. Lo podemos percibir también en nuestra respiración, habitualmente superficial, torácica, generalmente algo más acelerada, tal como están también acelerados el ritmo de nuestros nuestros pensamientos a medida que más aumenta la preocupación. Pero, ¿qué está pasando realmente en nuestra mente para que se produzca esta respuesta corporal y emocional? Y, lo más importante, ¿qué podemos hacer para atenuarlo y ser así capaces de gestionar el miedo?
Precisamente, una de las claves que pueden ayudarnos a lidiar mejor con esta emoción es preguntarte: ¿de qué tengo miedo exactamente? ¿qué es lo concreto que temo que pudiera pasar? De esta forma, explicitas el objeto de tu miedo, que es una fantasía futurible, y así la puedes ver de frente. Y es que muchas veces tenemos miedo y no sabemos muy bien a qué. Pero, si explicitas exactamente qué es lo que podría pasar se te abre la posibilidad de inspeccionar racionalmente si hay verdaderamente una base real que justifique esa emoción de miedo y si eso que crees que va a pasar es realmente o no algo con entidad suficiente para que debas temerlo. Por un lado, esto suele funcionar – como en la fábula de la serpiente – como un importante atenuante del miedo. Pero, no sólo eso: una vez explicitada la situación temida y fantaseada podemos seguir tirando del hilo y descubrir mucho más acerca de nuestro miedo y de nosotros mismos.
Con la explicitación, puedes sorprenderte al descubrir cómo en ocasiones tu miedo y preocupación parece algo irracional. Es posible estar así más tranquilo y relajado con lo que debas hacer, porque con mucha más frecuencia de la que crees las consecuencias de tus acciones no son tan cruciales ni irreversibles. Hacer esto con regularidad ante la aparición de esta emoción y no dejarse llevar por ella, es dar un gran primer paso para ser capaces de gestionar y atenuar el miedo.
No obstante, es necesario el apoyo y la indagación profunda que implica la terapia para poder lidiar mejor con esta emoción, yendo a sus causas directas. En una mirada más profunda dentro del marco de un proceso terapéutico, observar nuestro miedo puede pues convertirse también en una invitación a mirar al pasado. Esto es así porque es ante la posibilidad de repetir el dolor del pasado por lo que tenemos miedo al futuro, y actuamos con los mismos mecanismos de defensa que en su día aprendimos. Es por los desengaños y sufrimientos acontecidos en el pasado, nuestras particulares heridas, por las que actualmente desconfiamos y dudamos ante circunstancias actuales que a nosotros nos resultan familiares. El trabajo terapéutico nos permite comprender tanto nuestra realidad presente como pasada, con mayor objetividad, para gestionar mejor el miedo y ser capaces así de vivir menos angustiados y más tranquilos, actuando de forma funcional y conveniente ante los retos que nos plantee la vida a cada momento.
Referencias:
(1) Ekman, Paul: The Nature of Emotion: Fundamental Questions. Oxford University Press, 1994.
(2) https://www.webislam.com/articulos/37172-el_ejemplo_de_la_serpiente_y_de_la_cuerda.html
Naranjo, Claudio: Carácter y Neurosis. Ediciones La Llave. 2011.
4 comentarios en “Gestionar el miedo y sus distintas caras ”
Gracias por este artículo, me ha ayudado mucho!!
Me alegro mucho Diana.
Gracias por hacérmelo saber.
Gracias, Gracias, por este artìculo. encontre la emociòn que no me permite avanzar en mis proyectos.
Me alegro mucho Liliana de que este modesto artículo te haya servido para comprender mejor los bloqueos que te impiden avanzar en tus proyectos.
Un saludo.